¡La lucha sigue!
A 55 años del movimiento del 68, y contra la tendencia, sigamos saliendo a las calles.
Artículo escrito por: Saúl Vega De Ita
“Ser partícipe de la mayoría de estas manifestaciones reanimó mis ánimos para construir un mundo mejor. Escuchar los discursos hasta que mis ojos se llenaron de lágrimas, sonreírle a quienes nos saludaban mientras pasábamos, ver a personas que conozco y aprecio marchando conmigo: era todo lo que necesitaba.“
El panorama actual
En los últimos años, las luchas sociales en México se han visto debilitadas y desarticuladas. La indignación y la rabia ante la crítica situación del país eran mucho más evidentes durante el sexenio de Peña Nieto. Hoy, muchos movimientos han perdido fuerza ante el nuevo partido en el poder, que se dice de izquierda, y que ha intentado neutralizarlos al incluir en sus filas a algunas personas que se consideraban líderes sociales. Al formar parte de Morena o trabajar para el oficialismo, estas personas han renunciado a su propio pensamiento crítico, llegando a traicionar sus propias causas e ideales.
Honestamente, el panorama no pinta muy bien. El gobierno federal considera adversarix a toda persona que se atreva a exponer la realidad del país más allá de la narrativa oficial. Por ejemplo, quienes militamos en el movimiento climático, el ambientalismo o la defensa del territorio, hemos sido tachadxs de conservadores y manipulables. Asimismo, las luchas de las mujeres en general y el feminismo en particular, que actualmente constituyen la mayor fuerza de movilización en el país, han sido golpeadas una y otra vez desde el poder, tanto con palabras como con macanas.
He de decir, sin embargo, que la derecha mexicana ha pasado todo el último sexenio autodenominándose “feminista” y “ecologista”, en un intento por recobrar popularidad. Como parte de esta estrategia, está intentando infiltrarse mediante colectivos de “sociedad civil organizada” que no son más que lo poco que queda de las bases partidistas del PAN y el PRI. Se trata de una farsa, pues los gobiernos locales de estos partidos continúan atentando contra los derechos del pueblo.
Jornada de lucha en Mérida, Yucatán
Me he sentido desmotivado en más de una ocasión. No obstante, en las últimas semanas una serie de manifestaciones en Mérida, la ciudad que habito, han sacudido el centro histórico y reavivado la esperanza en mi corazón. Comunidades mayas, mujeres, disidencias, estudiantes, trabajadores y organizaciones socialistas desafiaron al autoritarismo característico del gobierno panista de Mauricio Vila.
El martes 26 de septiembre, se realizó un mitin para recordar la desaparición forzada de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, y continuar exigiendo justicia a 9 años de este crimen de Estado.
El jueves 28 de septiembre, las compañeras feministas se manifestaron en el marco del Día de Acción Global por el aborto legal y seguro para las mujeres y personas con capacidad de gestar.
El sábado 30 de septiembre, comunidades mayas de toda la península de Yucatán se reunieron para la Marcha en Defensa del Territorio Maya y de la Vida. La convocatoria se dio en solidaridad con Ixil, pueblo que actualmente se enfrenta a amenazas de despojo por intereses privados en complicidad con el gobierno estatal.
El lunes 2 de octubre, el Frente Independiente de Resistencia Estudiantil y otras organizaciones realizaron una marcha en conmemoración del 55 aniversario de la infame masacre contra estudiantes suscitada en la plaza de las tres culturas de Tlatelolco en 1968.
Ser partícipe de la mayoría de estas manifestaciones reanimó mis ánimos para construir un mundo mejor. Escuchar los discursos hasta que mis ojos se llenaron de lágrimas, sonreírle a quienes nos saludaban mientras pasábamos, ver a personas que conozco y aprecio marchando conmigo: era todo lo que necesitaba.
Seamos nuestra propia esperanza
Estoy seguro que el pueblo trabajador de todo el mundo, especialmente la juventud, está dispuesto a hacer lo necesario para cambiar las condiciones opresivas de una vez por todas. Más ahora, cuando día a día la crisis ambiental se agrava, amenazando con hacer colapsar la sociedad tal y como la conocemos. Es tiempo de escuchar a lxs defensores del territorio, quienes suelen ser personas campesinas e indígenas que entienden el vínculo indisoluble entre la lucha social y la ambiental.
Hay que recordar al movimiento del 68 no sólo por la brutal represión que vivió, sino también por el ejemplo que nos da hasta nuestros días. Aunque no haya sido perfecto, como no lo ha sido ninguna lucha en la historia, las masas de estudiantes, profesores, madres y padres de familia, obreros y simpatizantes hicieron temblar las estructuras de poder del país. Volteemos también a mirar al Sur y reconozcamos como ejemplo de dignidad al zapatismo, que a inicios del próximo año cumplirá 30 años desde su levantamiento y es la imagen viva de que otros mundos son posibles.
Organicémonos
La desigualdad, inherente al capitalismo, sigue existiendo. La lucha social de 1968 sigue vigente. La defensa del territorio es hoy más importante que nunca. Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y disidencias siguen en entredicho. Seguimos recordando a los 43 y clamando por justicia. Estas causas no son aisladas y forman todas una sola: la causa del pueblo trabajador mexicano.
Así como en mi anterior columna insté a quienes me leyeran a posicionarse contra la militarización, hoy pido dar un paso al frente: sigamos saliendo a las calles. Salgamos a las calles, porque aún no llega justicia para la clase trabajadora. Salgamos porque aún no llega justicia para aquellxs que se atrevieron a desafiar al poder y fueron respondidos con las armas. Tomemos las calles y organicémonos en nuestras escuelas, barrios y centros de trabajo.
Me opongo a la militarización. (Y tú también deberías)
Artículo escrito por: Saúl Vega De Ita Desde que tengo memoria, México ha sido un país en conflicto armado. A lo largo de mi niñez y adolescencia, noté que la aparición de las fuerzas armadas en las calles era cada vez más común, paradójicamente, mi ciudad y el país entero se iban haciendo más y más inseguros.