Me opongo a la militarización. (Y tú también deberías)
No había día en que las noticias no reportaran un enfrentamiento. Un día de esos, alguien que yo conocí fue asesinado en este conflicto.
Artículo escrito por: Saúl Vega De Ita
Desde que tengo memoria, México ha sido un país en conflicto armado. A lo largo de mi niñez y adolescencia, noté que la aparición de las fuerzas armadas en las calles era cada vez más común, paradójicamente, mi ciudad y el país entero se iban haciendo más y más inseguros.
No había día en que las noticias no reportaran un enfrentamiento. Un día de esos, alguien que yo conocí fue asesinado en este conflicto. Esta es la única realidad que conocemos quienes nacimos o crecimos durante la guerra contra el narcotráfico, declarada por Felipe Calderón y continuada por Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Estos son mis recuerdos, pero podrían ser los de cualquiera de mi generación.
La actual administración
En su momento, se pensó que la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República revertiría la militarización y traería consigo un proceso de paz. No fue así. La administración actual ha dado al Ejército y a la Marina el control de sectores estratégicos, mientras la violencia sigue quitándonos el sueño. Según México Unido contra la Delincuencia, en 10 años, 227 funciones del gobierno civil fueron encomendadas al militar, con ritmo acelerado desde 2018. A pesar del poder creciente de las Fuerzas Armadas, desde 2018 han habido más de 109,000 homicidios.
El Presidente ha llegado a dar declaraciones como: “A lo largo de su historia es más lo bueno de esta institución militar que los errores o sus manchas”, refiriéndose al Ejército, y “es una campaña en contra del Ejército de México”, cuando el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes del caso Ayotzinapa denunció la falta de cooperación para esclarecer los hechos.
Preocupado ante la poca resistencia civil frente a la militarización que hay en la actualidad, hoy vengo a explicar mis razones para oponerme a ella, mismas que espero otras personas puedan hacer suyas.
Historial de violaciones a Derechos Humanos.
La lista de violaciones a los Derechos Humanos cometidas por miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina y la Guardia Nacional es larga.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos registró 4085 quejas contra estos organismos entre 2018 y lo que va del 2023. De ellas, 2267 son contra la Secretaría de la Defensa, mientras la Guardia Nacional acumuló 1584 en tan sólo los cuatro años que aparece en el registro. Las quejas incluyen asesinatos, tortura, desapariciones forzadas, trato cruel, inhumano o degradante y detenciones arbitrarias.
En la memoria colectiva del país están presentes los hechos del 2 de octubre de 1968, la Matanza del Jueves de Corpus y la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Además, debemos sumar a nuestra indignación las graves violaciones a los Derechos Humanos perpetradas por el Ejército durante la segunda mitad del siglo XX, en tiempos de la Guerra Sucia. Éste fue un proceso de represión política y contrainsurgencia en el que se cometieron detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, tortura y ejecuciones extrajudiciales; y que, en conjunto, podrían catalogarse crímenes de lesa humanidad. Hay quienes, incluso, discuten la posibilidad de catalogar a estos hechos como genocidio.
Aún ante la negación oficial, en la actualidad el Ejército realiza acciones de espionaje contra activistas y otros grupos mediante el software Pegasus. El New York Times dio a conocer que el propio subsecretario de derechos humanos, Alejandro Encinas, fue espiado con el programa informático. La filtración de documentos en los llamados “Guacamaya Leaks” reveló también acciones de inteligencia contra colectivas feministas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, sus comunidades, y simpatizantes.
Las violaciones a Derechos Humanos se dan también dentro del propio Ejército. Los testimonios de Víctor Hernández y César, quienes estudiaron en el Colegio Militar, narran que los cadetes son continuamente sometidos a torturas y tratos inhumanos por parte de sus superiores y otros estudiantes. Mencionan golpizas, privación del sueño, abuso sexual e incluso incidentes que han llevado a cadetes a perder la vida. Estas prácticas aprendidas durante el adiestramiento pueden ser replicadas después con las personas detenidas.
Tomando en cuenta lo anterior
Me atrevo a decir que permitir a las fuerzas armadas irrumpir en la vida civil del país resulta una insensatez. A pesar de estar desplegadas desde 2006 para realizar labores de prevención y seguridad pública, el Ejército y la Marina no están preparados para ello. Los efectivos de estas agrupaciones sencillamente no están sensibilizados para proteger a civiles, y mucho menos para tener el control de aeropuertos, construcciones, aduanas, trenes y la respuesta a desastres.
Los pretextos para asignar cada vez más labores a la Secretaría de Marina y a la Secretaría de la Defensa Nacional en este sexenio, han sido su supuesta incorruptibilidad y la confianza que el pueblo les tiene. No obstante, se trata de organismos opacos que no permiten la rendición de cuentas, y cuyas lógicas de trabajo están fuera de la formulación de políticas públicas con perspectiva de Derechos Humanos.
Cuando el brazo armado del Estado tiene asiento hasta en el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, debemos cuestionarnos: ¿Por qué parece normal que realice actividades que no le corresponden, en lugar de fortalecer a las instituciones civiles que ya están especializadas en esos temas?

En el mundo
Alrededor de todo el mundo, se vislumbra un aumento en el autoritarismo y la militarización. Veamos el horror que han traído las dictaduras militares en América Latina, a fin de comprender que debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para detener este avance.
Imaginemos futuros basados en la paz y la convivencia armónica, no en el aparente orden con el que la represión engaña.