Morena contra Morena
El Presidente y su partido seguían demostrando ser ese monstruo político imbatible y fortalecido, o así parecía...
Artículo escrito por: Enrique Blanhir
Cuando comenzó el circo electorero, impulsado por el señor Presidente incitando a la oposición a determinar el procedimiento de elección de su persona candidata a la presidencia, todo parecía muy claro: Morena se presentaba como un bloque sólido y serio. Parecía que, una vez más y muy a su manera, Andrés Manuel López Obrador daba cátedra de cómo desacreditar a otros partidos políticos, a sus procesos y a su gente.
Sin embargo…
Más allá de los traspiés que se le presentaron por parte del Tribunal Electoral, al determinar muy de vez en cuando actos anticipados de campaña o bien de cometer violencia política en razón de género en contra de la principal imagen de la oposición, el Presidente y su partido seguían demostrando ser ese monstruo político imbatible y fortalecido, o así parecía hasta que a Andrés Manuel, su propio proceso y su propia gente, le comenzaron a jugar en contra aparentemente sin querer.
Lo cierto es que desde que comenzó todo, al Presidente le urgía que los demás partidos se integraran en la misma dinámica. Ni él, ni Sheinbaum, ni Ebrard, ni ninguna de las mal llamadas corcholatas podían comenzar a visualizar la presidencia sin que existiera una especie de pacto tácito entre todas las principales fuerzas políticas del país, y así fue.
Con lo que no contaba Andrés Manuel, era que, dentro de toda la faramalla y escándalo que involucran los procesos políticos mexicanos, el más acrobático fuera el suyo. De manera sorprendente y casi antinatural “El Frente Amplio” presentó un proceso ordenado y casi democrático, que ya es decir mucho.
La sorpresa
Por más sorprendente que fuera lo anterior, y al margen de las prácticas políticas a las que estamos acostumbrados hasta el hartazgo, mientras que Sheinbaum y Ebrard se enfrentaban en una guerra públicamente encarnizada, Xóchitl y Paredes lo hacían desde un plano de mayor seriedad y debate.
Le jugaron muy en contra al Presidente sus candidatos cuando de repente y sin avisar, se empezaron a atacar unos a otros y de paso se llevaron a uno que otro funcionario público.
La realidad de las cosas es que dicha batalla electoral le costó mucha credibilidad al partido. Morena se autodefinía como libre, ejemplar y distinto, y de buenas a primeras una de sus máximas figuras acusó no solo a Sheinbaum sino al mismo partido de actos corruptos y anti-éticos. Un duro golpe para Andrés Manuel, que desde Palacio presenciaba como su discurso de hemos acabado con la corrupción se caía gracias a Marcelo Ebrard y su denuncia de acarreo en favor de Claudia Sheinbaum y de maquinaciones ordenadas desde cargos públicos para favorecerle en la encuesta. Una acusación sumamente seria, pues se hacía desde casa y por un familiar.
Finalmente llegó la cereza del pastel: El Carpetazo. Se sentenció a Marcelo a la soledad política cuando Alfonso Durazo, Presidente del Consejo Nacional Morenista, calificó las acusaciones del candidato presidencial como:
“expresiones aisladas que en ningún momento hablan de una acción concertada o de una iniciativa general o mucho menos institucional para favorecer a esa aspirante".
El otro lado de la moneda
Al otro lado de la moneda, Alito Moreno declinaba a nombre del PRI por Xóchitl Galvez y el Presidente desde su foro matutino alentaba a Paredes. Todo ello provocó el segundo síntoma de la deficiencia electoral morenista: acusar al PRI de darle la espalda a su candidata, que puede ser cierto o no, pero que tampoco trasciende, pues se olvida que aquellos se presentaron como un "frente" y que por "frente" dejaron de responder a fidelidades partidistas.
Toda esta situación: la del excesivo ruido, el excesivo aplauso, la exhibición y puesta en escena de sus candidatos, puso a Morena entre la espada y la pared para el próximo 6 de septiembre, pues al anunciar a su persona candidata, el partido presidencial sale perdiendo. De confirmarse la victoria de Sheinbaum el beneficio de la duda es para Marcelo y sus acusaciones de corrupción. Incluso podría suceder el caso de ver a Ebrard rompiendo filas de Morena e integrándose a las de un nuevo partido, político o ciudadano, para encaminar su sueño presidencial. Situación que tan solo afirmaría que Morena de regeneración no tiene nada y que de partido lo mismo que todos.
Conclusiones…
Lo cierto es que al Presidente no le salió tan bien la jugada y que, como en otras ocasiones, no tiene más que seguir con el espectáculo y apostar a su oratoria y su convencimiento, que también hay que decirlo, le ha rendido frutos.
En esta ocasión, el proceso electoral, ese que el Instituto Nacional se la pasa calificando, ahora sí es el más grande de la historia, al menos en tiempo. Por costumbre tendrá que hartarnos más, cansarnos más y dejarnos menos. Ojalá que me equivoque.
Habrá que esperar, quizá una o dos semanas, en lo que termina el último asalto, para saber quién gana la batalla: si Morena o Regeneración Nacional.