La “nueva” presidenta de la CNDH: una piedra en el camino de los Derechos Humanos.
Sobre la reelección de Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
✍️ Opinión de: Jess Zamarripa Leal
Ayer por la noche, el Senado decidió reelegir a Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para el periodo 2024-2029. Este nombramiento, lejos de fortalecer a un organismo tan importante para defender y proteger a la ciudadanía, deja muchas dudas sobre su autonomía, imparcialidad y capacidad para responder a la grave crisis de derechos humanos que enfrenta el país.
¿Cómo fue el proceso de selección?
El proceso comenzó hace semanas con 66 aspirantes registrados, de los cuales solo 48 cumplieron con los requisitos mínimos. A partir de ahí, se realizaron parlamentos abiertos con organizaciones de derechos humanos y evaluaciones técnicas para elegir a los tres finalistas. Hasta ahí, todo bien, pero las cosas comenzaron a retorcerse poco después.
En la terna final quedaron Rosario Piedra, Nashieli Ramírez y Paulina Hernández. Piedra había sido la peor evaluada entre los 15 perfiles finalistas, pero aun así fue incluida. ¿La razón? Acuerdos políticos. Esto lo admitió abiertamente el senador Javier Corral Jurado, quien justificó que su inclusión fue una decisión para “buscar consensos políticos”, algo que debería ser incompatible con un organismo autónomo.
La votación en el pleno del Senado fue un espectáculo caótico. Incluso entre los senadores de Morena, PVEM y PT hubo desacuerdos. Por su experiencia y cercanía a Claudia Sheinbaum, algunos legisladores oficialistas consideraban a Nashieli Ramírez una opción menos controversial que Rosario Piedra.
Por su parte, la oposición —representada por PRI, PAN y MC— dejó clara su postura en contra de la reelección de Piedra, argumentando que su gestión había estado plagada de omisiones y conflictos de interés. Por ello, buscaron favorecer la elección de Nashieli Ramírez, basados en las evaluaciones técnicas, y con el objetivo en común de dejar a Rosario Piedra fuera.
En medio de la sesión, senadores como Luis Donaldo Colosio Riojas y Clemente Castañeda, de Movimiento Ciudadano, desplegaron una manta con los puntajes de los finalistas, destacando que Piedra Ibarra ocupaba el último lugar. Pero nada de eso importó. Con 87 votos a favor, la mayoría oficialista impuso su decisión.
¿Qué hizo (y que no hizo) Rosario Piedra?
El primer periodo de Rosario Piedra al frente de la CNDH ha sido, por decir lo menos, decepcionante. Aunque emitió 164 recomendaciones, la mayoría se enfocaron en administraciones pasadas, dejando de lado temas urgentes como la militarización de la seguridad pública, la crisis de desapariciones o las agresiones contra periodistas y activistas.
Durante su gestión, evitó emitir recomendaciones que pudieran incomodar a López Obrador o a su administración, algo que va en contra de la esencia de contrapeso de la CNDH.
El “segundo” lugar
Entre los finalistas, Nashieli Ramírez destacó como la mejor evaluada. Su experiencia de más de 20 años en la defensa de derechos humanos, especialmente en temas de infancia y diversidad, la hacía una candidata sólida. Propuso estrategias innovadoras, como una mayor participación de las víctimas en las investigaciones y una presencia más activa de la CNDH en todos los estados. Sin embargo, a pesar de que se alegó que su falta de título universitario le quitaba puntos, parece que fue más una orden política (en la que no tenemos certeza de quién o de quiénes vino) a las y los senadores oficialistas de no votar por Nashieli Ramírez y, en cambio, favorecer a Piedra.
¿Qué sigue para la CNDH?
La reelección de Piedra deja un panorama complicado. Su nueva propuesta incluye la creación de una Defensoría Nacional del Pueblo y una intención de fortalecer el programa de atención a víctimas. Sin embargo, la falta de confianza en su liderazgo y su desdén de trabajar con las organizaciones de derechos humanos será un obstáculo enorme.
En un país donde más de 117,000 personas están desaparecidas, donde la violencia contra periodistas es alarmante y donde la militarización de la seguridad pública deriva en graves violaciones de derechos humanos, necesitamos una CNDH que sea un contrapeso real, no un aliado al poder.
Especialmente, no hay que perder de vista que con la desaparición de múltiples organismos autónomos, la CNDH tendría un papel aún más relevante en la protección de ciertos derechos humanos, por ejemplo, el acceso a la información pública y la protección de datos personales ante la desaparición del INAI.
Esto me lleva a reflexionar sobre el rol que jugamos como ciudadanos en la selección de estos funcionarios públicos. No soy partidaria de que se decidan estos cargos técnicos por votación popular, ni mucho menos, pero si externamos a nuestros representantes en el Senado nuestras preocupaciones y nuestro deseo de voto, ¿Seremos escuchados? ¿Cambiarán su postura para favorecer lo que la ciudadanía que los eligió en las urnas pide? ¿O al menos lo tomarán en cuenta? ¿O seguirán votando obedientemente lo que sus líderes de partido les dicten?