La migración como moneda de negociación
La migración es un tema fundamental para las relaciones entre Estados y, por ende, para la política exterior de cada nación.
Artículo escrito por: María Fernanda Rodríguez
La migración es un tema fundamental para las relaciones entre Estados y, por ende, para la política exterior de cada nación.
Cuando esta cuestión, sobre todo la migración irregular o el flujo de solicitantes de asilo, es indeseable para ciertos países y regiones; este rechazo, transformado en política interior, puede ser aprovechada por otras naciones como un instrumento para negociar.
Generalmente, las emergencias de movilidad humana permiten que los países, que fungen como intermediarios entre las personas migrantes y los países receptores, utilicen esta causa para conseguir objetivos geopolíticos o de política exterior.
El caso de México y EE.UU.
Es incuestionable el lugar que ocupa la política migratoria en la relación bilateral entre México y EE.UU. A la par, es obvia la asimetría que existe entre ambos países, pero, sobre todo, se ve reflejada en la formulación de la política internacional.
Históricamente, México ha tenido que aprovechar el momentum para encabezar ciertas negociaciones con EE.UU. y, también, para asegurar la mínima injerencia estadounidense en la confección de la política interna mexicana.
En 2016, Donald Trump ganó las elecciones en EE.UU. y una de sus principales consignas de campaña era el discurso xenófobo sobre la migración internacional. En contraste, durante 2018, trascendió la elección de Andrés Manuel López Obrador como presidente; un personaje insignia para la izquierda mexicana, contrario, probablemente, al discurso trumpista.
AMLO habría comenzado su sexenio con un discurso de puertas abiertas para la migración a México y, por lo tanto, la puerta de entrada hacia la frontera que comparten ambas naciones. Sin embargo, la proclamación sobre el libre tránsito no sólo molestó a las autoridades estadounidenses que se encontraban en medio de una cruzada anti-migrante, sino que tomaron cartas en el asunto.
Trump amenazó con aumentar las tarifas sobre ciertos productos mexicanos: ¿Y qué tenía la autoridad mexicana para negociar?
Política Exterior 101
Aquí les pregunto: ¿Qué hubieran hecho ustedes?
La diplomacia mexicana, entonces dirigida por Marcelo Ebrard, logró concertar lo siguiente: México se comprometió a desplegar elementos de seguridad, cuasi militares, en la frontera sur, detener migrantes irregulares para su eventual repatriación y, en general, desincentivar la movilidad a través de su territorio. Esta fue una oferta a la que el gobierno estadounidense no se pudo negar.
Parece un acierto, si se habla de formulación de política exterior, que las autoridades mexicanas hayan logrado convencer, a pesar de las medidas impetuosas en materia económica con las que Trump buscaba ejercer coerción.
El comodín de las negociaciones: la migración
En los últimos años, se ha logrado deshumanizar de tal manera a la persona migrante que este tipo de negociaciones ocurren sin pena ni gloria. En el caso mexicano, esta medida, progresivamente, comprometió el proyecto de movilidad del gobierno obradorista a nivel nacional e internacional.
Eventualmente, se habló de inversión y desarrollo para abordar las causas de la migración en Centroamérica y México, por ejemplo. Ambos gobiernos sostienen este discurso aunado al desarrollo social, económico y la protección de los DD.HH.; pero, en la práctica, ocurre lo contrario.
Se ha vuelto hábito del gobierno mexicano negociar con la vida de los migrantes irregulares e, incluso, los solicitantes de asilo, para llevarse una o dos estrellitas en política exterior respecto a su relación con EE.UU. También, se ha vuelto costumbre pisotear los derechos de los migrantes desde la frontera sur hasta la norte.
¿No lo creen? Hasta septiembre de este año, bajo el mando de Alicia Bárcena en la SRE, México tenía un acuerdo con EE.UU. para deportar migrantes desde los estados fronterizos hacía sus países origen, así como tomar medidas para disuadir a las personas que buscaban cruzar hacia el norte.
Déjenme ser pesimista y anticiparles que esto no mejorará. El próximo año son las elecciones presidenciales en México y, a pesar de la diferencia ideológica entre los precandidatos, no hay un discurso sobre migración o propuesta de política exterior que trascienda a las prácticas actuales. Si creen que me estoy precipitando con esta conclusión, consideren que el próximo año también serán las elecciones en EE.UU. y los posibles candidatos republicanos, incluyendo a Trump, enfatizan su discurso anti-inmigrante desde hace meses.
Migrar es un derecho humano
Las personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares y cruzar fronteras para poder desarrollarse de forma plena y digna y, en los casos extremos, para salvaguardar sus vidas; deberían recibir, como mínimo, el respeto de sus derechos humanos.
Entonces, el uso de la cuestión migratoria como un instrumento del aparato estatal para conseguir sus intereses debe ser rechazado por la población civil, sobre todo en los Estados que se ostentan como democracias garantes de estos derechos.
Al final, si se sigue precarizando esta situación, habrá un alto costo político y moral para estos Estados — culpables de sobreponer, a conveniencia, sus intereses — y habrán consecuencias fatales sobre la existencia de las personas migrantes.