En México no se quiere guerra, pero su Cristo también lleva un fusil al hombro
¿A dónde llegan las personas mexicanas “rescatadas” de Israel?
Artículo escrito por: Enrique Blanhir
Casi al inicio de “Cristo con un Fusil al Hombro”, Kapuściński dice que la ciudad de Rashidiya huele a naranjas y a sangre, todo porque en medio de un conflicto bélico un obús acababa de pegarle a un camión que las transportaba. Arroyos dorados del fragante zumo fluyeron por la calle principal y pasaron casi a un lado de lo que fue una casa pero de la que no quedó ni el suelo, ni un pedazo de pared.
La Rashidiya del escritor polaco se parece mucho a la Israel de todos los periodistas del mundo, porque en ambas, seguramente, un obús perdido encontró como destino un camión cualquiera, que en Israel habrá sido de trigo o de uva, y en donde el olor se propagó por todos los rincones hasta llegar a las narices de un cristo sentado y vestido de militar.
México y su avión
En medio de todo, entre la angustia y la confusión, México decidió mandar a Israel una minúscula flota aérea para el rescate de nacionales que habían quedado varados. Entre tantos, algunos turistas, políticos y deportistas agradecieron enormemente salir de una región que no solo está en guerra sino al borde de una crisis existencial histórica.
Las postales ciertamente fueron cautivadoras, en todas las fotografías protagonizó la sonrisa, el abrazo, y una que otra pose con personal del ejército enviado a realizar las labores de rescate, que perfectamente hubieran podido colocarse en la misma obra de Kapuściński si esta se hubiera escrito años después y no en 1975. A su llegada, todos externaron públicamente su agradecimiento al Presidente de la República por regresar a casa.
Ciertamente, y sin ignorar que se trataba de una obligación humana y política, hay que agradecer las acciones realizadas por el gobierno mexicano y sus fuerzas armadas, que después de un trazo aéreo complejísimo que involucró escalas en Canadá, Irlanda del Norte y Turquía, pudieron repatriar, hasta ahora, a más de 270 nacionales.
De regreso a México
¿Pero a dónde llegan los repatriados? ¿Cuál es el destino último de las personas rescatadas con todo y su equipo de gimnasia?
Como si Rashidiya se expandiera por el mundo, habría que darles la bienvenida a un México no solo violento sino brutal, también de obuses, de fusiles, de cristos y de olores combinados entre sangre y algo más. A un país que en los últimos cinco años ha registrado 156,136 homicidios y ha sido públicamente exhibido por los casos de Lagos de Moreno, de San Fernando y de Tlajomulco.
Darles la bienvenida a un Estado brutal y mentiroso, que con el propósito de esconder esas cifras, que llevan el nombre y apellido de los desaparecidos, han echado mano de la reclasificación de los delitos, para así, estadísticamente disminuir los homicidios, y colocarlos, como si se tratara de fichas en un juego de ajedrez, en algunos otros tipos penales de aquellos que atentan contra la vida.
Tendremos que abrirles las puertas a un país machista, también intolerante y feminicida, que por darles nombre, le quitó la vida a Ivana y a Milagros y a otras miles de mujeres que desde el mes de junio han sido testigos de cómo las agresiones contra su vida aumentan y aumentan.
Lo que se lleva en el hombro
Habrá que contestar todas las preguntas, mientras que algún periodista baja de un avión que lo sacó de Israel y su guerra, para colocarlo en México y la suya. Para terminar en la región más peligrosa del mundo para ejercer su profesión, y por si fuera poco, de dicha región, en el país más violento de todos.
En la antesala del rescate, casi casi a la entrada de la iglesia, Andrés Manuel López Obrador manifestó que no se quería guerra, que México era pacifista, y que no se debía perder la vida de ningún ser humano de ninguna nacionalidad. Habrá que preguntarle: ¿En dónde no quiere guerra? Porque en México ya la hay. Cuestionarle: ¿Desde cuándo somos pacifistas? Cuando de hecho, aquí también y desde hace mucho, se nos han ido entre las manos las vidas de seres humanos de infinidad de nacionalidades.
Paralelismos
Israel y México parecen pintados por el mismo artista pero en diferentes partes del mundo. Parece que se ocuparon las mismas telas y pinturas, que se esbozaron los mismos trazos, se tacharon idénticas líneas y el borrador fue utilizado con la misma técnica e intensidad.
Lo de Israel, y que se parezca tanto a México. Lo de su cristo y su fusil, no nos permite ser indiferentes.
Lo de México, y que se parezca tanto a Israel. Lo de su guerra y su dolor, no nos deja dormir, ni soñar, ni hablar, ni pensar como se debe.
Habrá que detenernos un poco, escuchar detenidamente los obuses y poner atención a ese delicado olor a naranja y de sangre, y después de eso, que también lo es todo, solo quedarán unas preguntas: ¿México o Israel? ¿Su Cristo o el nuestro?
Arroyos dorados pasan por la calle principal, casi a un lado de lo que fue una casa pero de la que no quedó ni el suelo, ni un pedazo de pared. Y aquí están los mexicanos, esperando la flota aérea que venga a rescatarlos después de desesperadas maniobras y escalas, para ponerlos donde sea, en cualquier parte del mundo.