Artículo escrito por: Raúl Castañeda
Es casi imposible escribir a esta altura del año sin mencionar directa o indirectamente las elecciones que estamos viviendo en el país. Aquellas en donde se muestra el verdadero México bi-partidista del que tanto se nos advirtió todo este tiempo. En donde la agenda de temas con la que tendrán que lidiar los candidatos parecer ser la misma de siempre y ahora con problemas de mayor gravedad.
La seguridad del país, parece ser el tema que las y el candidato priorizaran en sus discursos. Honestamente no creo que ningún otro tema venda más, y a decir verdad, la situación del país amerita desde hace mucho tiempo que la seguridad sea la prioridad.
Poder Judicial y Ejecutivo
En mis columnas he tenido la oportunidad de hablar acerca del derecho y del poder judicial, hoy no es la excepción. Si bien he dicho que la prioridad es otra, este es un tema que si dejamos en la sombra, se echa a perder.
La relación entre el poder judicial y el presidente no ha sido nada sencilla. Como ya escribí en este mismo espacio, hay que recordar los fideicomisos que se eliminaron para este poder. El presidente continúa con su discurso para desacreditar el poder judicial que según él tanto está en su contra. Ahora sí que el presidente empezó y habrá que ver si el candidato ganador le sigue a la pelea.
Es una relación política muy compleja, en donde desde mi perspectiva veo dos escenarios dependiendo de la candidatura ganadora. El caso de Máynez y Xóchitl sería el mismo, por lo que empezaré por Claudia Sheinbaum, la candidata cuyo jefe de partido le regala su nivel de aprobación y que ahora se perfila como favorita para la presidencia.
Es difícil pensar que el discurso de la cuarta transformación se olvide por completo del poder judicial. Si bien resulta simplista pensar que Claudia Sheinbaum simplemente seguirá el camino que pavimenta López Obrador, al menos sí creo que tiene un compromiso en mantener dicho discurso.
¿Elección popular?
Ya no creo que la batalla con el poder judicial radique en la elección de los ministros de forma popular, cosa que se ha presentado como inviable varias veces en este medio. Creo que es algo más complejo: el Consejo de la Judicatura Federal (CJF). Este organismo tiene por función el gobierno interior del poder judicial en temas de disciplina, administración y vigilancia, a excepción de la Suprema Corte y el Tribunal Electoral así como la de la organización de la carrera judicial desde los secretarios hasta los magistrados.
Este está integrado por un consejo, en donde, la consejería presidencial es la presidencia de la corte junto con otros cinco consejeros. El consejo emite acuerdos que son equivalentes a una sentencia, mismos que son revisados y que incluso pueden ser solicitados por la Corte.
La Judicatura
¿Por qué la batalla está ahora en el CJF? Este es un tema que se lleva discutiendo desde hace tiempo en la academia. La reforma del artículo 99 a la Constitución que permite que la Corte revise ciertos acuerdos del CJF fue criticada en su momento, y hoy, la respuesta a la pregunta sobre cómo controlar o tener a tu favor este poder, parece ser este organismo.
Como ya se mencionó, es muy difícil creer que Claudia Sheinbaum cambiará el discurso de su partido, y muy seguramente siguiendo la línea que lleva el presidente, podemos esperar una reforma a dicho poder. La idea de que la presidencia de la Corte y la Corte como conjunto tiene injerencia en el órgano que gobierna el poder judicial no es muy difícil de vender, para justificar la modificación a la forma en la que se conforma el Consejo.
Estas cuestiones fueron bastante tratadas en su momento, incluso por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, quien cuestionó la verdadera independencia del CJF si la propia Corte tiene este nivel de injerencia en su gobierno y administración. Ahora, una reforma que separe por completo estos órganos es igual o peor de complicada, pues desafortunadamente parece muy difícil que se creen instituciones modernas que al mismo tiempo sean pulcras.
Por más que podamos jugar a ver en qué se parecen los candidatos, creo que es segura la generalización de que Morena se esfuerza por no-ser la oposición y viceversa. En este caso, creo que sí hay un discurso sobre cómo Morena está “destrozando” o “rompiendo” con las instituciones, y justo es aquí en donde vale la pena la pregunta: ¿A quién le conviene que no se toquen las instituciones?
El problema…
La crítica hacia el futuro ejecutivo recae en una cosa y es la intervención. El tema está en el nivel, la fuerza con la que Morena intenta golpear este poder se cuestiona y se critica igual que si no se toca al poder judicial en lo absoluto. Los más grandes problemas muchas veces se encuentran en las cosas que no se dicen ni se tocan, en las que no cuestionamos. Creo que es innegable la fuerza que ha tomado la Corte en los últimos años y justo la o el próximo que tome la silla presidencial tiene un reto enorme en cómo trata la relación entre estos dos poderes.
La pregunta por un mejor poder judicial no es nueva y no hay que cansarnos de hacérnosla. Todos alguna vez hacemos uso del sistema de justicia, pero aquellos que decidimos navegar constantemente tenemos con mayor razón la obligación de seguir cuestionando el cómo mejorarlo, y que sea cual sea el poder en turno exijamos calidad en las resoluciones. El discurso que rodea este tema suele ser o muy tajante o muy tibio, parafraseando al Dr. Garza Onofre: “Este tema merece ser abierto y discutido con bisturí, no con un machete”.